La fobia es el miedo patológico.
El miedo es una emoción normal frente al peligro real o imaginario. Es una defensa natural que resguarda al organismo frente a las agresiones del medio que pueden atentar contra su integridad.
El miedo básico normal es el miedo a lo desconocido y casi todos los miedos se relacionan con la desaparición física, o sea a la muerte.
Entre el miedo normal y el patológico existe una diferencia de grado y de significado.
Una fobia es un miedo no racional, ilógico, a algo que normalmente no produce ningún temor, pero que en una fobia tiene significado simbólico.
Cuando el miedo se instala en los niños, pueden haber influenciado experiencias traumáticas. En estos casos hay que generar confianza en los elementos fóbicos para lograr una desensibilización, enseñándoles a conocer mejor el objeto de la fobia para enfrentarla.
En los adultos puede suceder también que un suceso lo suficientemente atemorizante pueda dejar una huella de temor exagerado antes circunstancias posteriores que puedan sugerir su repetición.
El miedo real de una fobia es el miedo a perder el control, característico en las personalidades obsesivas, que son quienes en general la sufren.
Este tipo de personalidad tiene un comportamiento en permanente desafío, debido principalmente a su necesidad de autoafirmación y autovaloración que lo obliga a una exigencia extrema.
La rigidez del pensamiento en estos casos, no admite grises y su ley es el todo o nada, controlando todo a su alrededor y viviendo esclavos de los relojes y las agendas.
La creencia es que todo está en sus manos y la omnipotencia los hace subestimar a los demás en quienes no confían.
Las reacciones al miedo pueden ser: la huida o la paralización.
Los fóbicos huyen para adelante, no pueden perder tiempo ni estar ocioso y tampoco les resulta fácil estar solo.
La actividad se convierte en un fin en si misma.
Las fobias se proyectan en un objeto externo cuando en realidad es algo interno; es el miedo a los impulsos, a la propia agresividad y a los instintos, cuando son vividos como peligrosos y destructivos.
Estas personalidades suelen responder a los tratamientos en forma favorable.
Las fobias encubren una depresión. Es un mecanismo de defensa para no caer en una depresión.
Lo esencial del tratamiento es el ejercicio de conductas contrafóbicas, o sea hacer aquello que se teme hasta lograr la desensibilización.
Por ejemplo, si se teme a los ascensores, nunca subir por las escaleras y si el miedo es a los animales, tener una mascota.
Conocer bien a fondo el objeto fóbico también disminuye el temor, aunque no siempre representa el objeto real que en verdad se teme, la causa primaria de la fobia
Por eso estos recursos no resultan suficientes. Es necesario descubrir el problema subyacente, ya que si no se profundiza, el sujeto puede llegar a trasladar su fobia a otro objeto.
“Tengo miedo de entrar o salir, de ir o venir, de gozar o sufrir, pero sé que en el fondo, tengo miedo a morir.”
Los temas fóbicos más frecuentes se refieren a la fobia del espacio. Se manifiesta en el miedo de salir o angustia de las calles, en el miedo a los espacios descubiertos (agarafobia), en el miedo de los espacios cerrados (claustrofobia).
Otras categorías de fobias se refieren al miedo social, a los animales chicos o grandes, etc.; y todos los síntomas se relacionan con la visualización de los objetos específicos que se temen.
La posición neurótica es siempre la misma: desplazar la angustia con un pretexto. Los signos son muy diversos para precisamente desorientar al sujeto y hacerle soportar la situación de angustia real.
La persona fóbica busca seguridad y una forma de obtenerla es mantenerse en la rutina que es lo que le da tranquilidad; sin cambiar nada de su entorno, realizando rituales y algunos, evitando estar solos. Se relaciona también con las conductas supersticiosas.
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